La Danza Oriental nos ayuda a reconciliarnos con la Naturaleza llamando a los elementos con la técnica utilizada en nuestro baile, también nos conecta con nuestra más pura esencia, convirtiéndola en una danza terapéutica y una meditación dinámica.
El Fuego:
El fuego lo consume todo y necesita fusionarse siendo solo aplacado por el agua y se alimenta de oxígeno de la Tierra. El fuego se interpreta con aquellos movimientos temperamentales, llenos de pasión y fuerza, por ejemplo, los llamados movimientos solares. Cuando danzamos percusión, folklore o música donde nos invita el ritmo a marcar fuertemente el movimiento con las caderas, pecho o cabeza, estamos convirtiéndonos en este elemento.
El agua trae la calma pero también puede se tempestuosa. Se adapta a cualquier otro material, avanza por cualquier camino, moldea lentamente el terreno a su paso. Depende de la tierra para para contenerse. El agua son las emociones y estás se relacionan con el corazón, nuestro pecho. Los movimientos que nacen de esta parte del cuerpo, las ondulaciones sinuosas o movimientos lunares de la parte superior del cuerpo, nuestros brazos...son las representaciones de este elemento.
La danza oriental es una danza de la fertilidad, ¿qué mayor representatividad de la tierra puede ser que la misma danza en sí? Tomar consciencia de nuestra conexión con la Tierra y el Universo a través de la corrección postural, el control del peso del cuerpo, los desplazamientos y movimientos estáticos, la identificación de los Chackras utilizados para esta danza, los ritmos y folklores que invitan a la energía terrenal, ... son las representaciones de este elemento.
El Aire:
A través de los desplazamientos, los movimientos de los brazos, los velos, conectando con el resto de los elementos, interpretamos el aire que aviva al fuego, agita al agua y transporta la tierra, el aire nos da el oxígeno que necesitamos para vivir. Danzar con este elemento nos hace sentir ligeras, como si flotaramos.
¡QUÉ LA DANZA SEA PARTE DE TU VIDA!